P R I ME R A PA R T E : LAS CAUSAS DE LA DESGRACIA
I. ¿Por qué es desgraciada la gente?Russell hace una comparación entre los hombres y los animales diciendo que estos últimos son felices teniendo salud y comida, pero al parecer a los hombres esto no les es suficiente y existe infelicidad derivada tanto del sistema social como de la psicología individual proveniente de varios factores como pueden ser: la educación en la crueldad y en el miedo, la supuesta posición económica baja, las desgracias del mundo, etc.El autor señala tres tipos de individuos que buscan la felicidad a través de una disciplina externa y se encuentran aquí: el pecador, entendiéndose éste, como el hombre que vive absorto en la conciencia del pecado y en continua contradicción consigo mismo como herencia religiosa o familiar de la que no logra desprenderse a lo largo de su vida. El narcisismo consiste en el hábito de admirarse y ser admirado; como las mujeres ricas que han perdido la capacidad de amar y sólo buscan ser amadas por muchos hombres, pero cuando esto ocurre pierden el interés. O el megalómano que a diferencia del narcisista prefiere ser poderoso que ser simpático y según palabras de Russell procura ser temido más que ser amado. Tenemos en la historia, el caso de Napoleón; dicho problema es producto de alguna humillación excesiva, de esta manera Bertrand Russell atribuye la megalomanía de Napoleón a que en la academia sufrió mucho sintiéndose inferior a sus compañeros aristócratas siendo él pobre.Existe otra clase de personalidades devotas al placer porque a través de él logran olvidar y en algunos de los casos experimentan una sensación momentánea de felicidad.
II. La desgracia Byroniana. En este capítulo el autor trata de ejemplificar el concepto de felicidad en la literatura y filosofía y nombra tres escritores: para los americanos modernos The Modern Temper; para la generación de nuestros abuelos, Lord Byron y para todos los tiempos al autor de Eclesiastés. Cita durante el capítulo algunos pasajes de los libros escritos por estos trágicos personajes, sobre la condición humana, las relaciones personales y el amor.
III. Competencia"La lucha por la vida" es uno de los principales obstáculos para la felicidad que los hombres señalan, y que no es otra cosa que la lucha por el éxito y por una posición social, ya que los individuos lo afirman, constituyen la clase media y alta de la sociedad, es decir, seguramente no les faltará el desayuno la mañana siguiente y su principal consigna sea deslumbrar a sus vecinos. Bertrand Russell encuentra la raíz del mal en la importancia que se concede al reconocimiento y a la competencia como mayor fuente de felicidad, claro está, sin menospreciar las satisfacciones personales que produce el éxito pero que sólo constituyen un ingrediente más a la felicidad.La educación ha jugado un papel importante, hoy en día los jóvenes se interesan más por estudiar una carrera con posibilidades económicas, cuando en el siglo XVIII una de las características del caballero era gustar y entender de literatura, música y pintura. El placer ahora de los hombres ricos no es contemplar un cuadro, sino poseer una colección que le de fama e impedir que otros ricos los posean. Los placeres del espíritu como la música, la lectura o una buena conversación se han abandonado porque nadie gana dinero con ello: El mal no es solamente individual, y un solo individuo no podría impedirlo en su propio caso aisladamente. El mal procede de la filosofía de la vida, generalmente aceptada, según la cual la vida es lucha, competencia y sólo se respeta al vencedor.
IV. Fastidio y excitaciónLo contrario al aburrimiento es la excitación. El aburrimiento nos causa horror y para evitarlo han inventado el alcohol, las drogas, la guerra e incluso –señala Russell- la mitad de los pecados de la humanidad han sido cometidos por huir de él.Es en la infancia en donde debiera enseñarse a los hombres a disfrutar los momentos de tranquilidad, los mayores placeres en la niñez son los que el niño descubre solo gracias a su inventiva e imaginación, así al crecer tiene la capacidad de soportar una monotonía provechosa.
V. FatigaExisten diversas formas de fatiga, en cuanto a la física siempre que no sea excesiva es buena porque produce apetito, sueño profundo y da sabor a las actividades sociales, pero si esa fatiga se vuelve excesiva es dañina para la salud y el desarrollo de los individuos.Una de las principales fatigas que se experimentan es la nerviosa producida por las presiones externas y por el hecho de estar pensando las cosas demasiado e inoportunamente y se suelen llevar las preocupaciones del trabajo hasta la casa. La preocupación es una forma de miedo y todas las formas del miedo producen fatiga. Miedo a las enfermedades, a la ruina, miedo a que te engañen, miedo al fracaso cuando se ha reconocido notablemente a lo largo de la historia, (especialmente a los hombres) el valor físico y mental. Uno de los peores aspectos de la fatiga nerviosa es que se va creando una cortina entre el hombre y su medio ambiente y cada vez se disfruta menos la comida, la luz del sol y el contacto con la tierra.
VI. EnvidiaConsidera Bertrand Russell que una de las pasiones humanas más universales y profundas es la envidia que en algunos casos es resultado de la fatiga y viceversa. Un ejemplo muy común entre las mujeres es sentir envidia a una mujer que va mejor vestida que ellas y es fácil lucubrar cualquier historia en su contra. Cuando se vive en una sociedad altamente moralista, se envidia a quien se atreve a romper las reglas o tiene posibilidades de evadirlas. Una de las posibles causas psicológicas de la envidia, se produce en la niñez si es que los padres demostraron preferencia por alguno de sus hijos sobre otro o mostraron poco afecto hacia ellos.La modestia que mayormente se ha considerado una virtud, puede relacionarse con la envidia si se practica con exceso. El odio que produce la envidia también es consecuencia de los tiempos modernos, en donde a través de los medios de comunicación se conoce de manera abstracta, cómo viven los ricos, el odio y las diferencias raciales, etc. en muchas ocasiones en lugar de promover la paz, se hace propaganda al odio y la enemistad .
VII. El concepto del pecadoComo ya se había dicho en capítulos anteriores, el concepto de pecado del que habla Russell, sin embargo, el pecado lleva consigo una carga psicológica religiosa importante. Gracias al psicoanálisis, la conciencia dejó de ser un misterio y aunque encierra un sentido diferente al pecado, el sentido más sencillo de la conciencia es el temor a ser descubierto. Como se ha mencionado antes, es en la niñez cuando se aprenden y se desarrollan los conceptos morales tales como el pecado. Un niño crece principalmente con su madre, con ella aprende que no se debe jurar, que no hay que decir mentiras, a usar un lenguaje pulcro, escucha que el alcohol y el tabaco son malos, que el interés por las cosas sexuales es una abominación, etc. automáticamente se registra un código moral en el individuo que al crecer y enfrentarse con el mundo va a estar en constante lucha interior y si no consigue librarse de sus prejuicios morales o asumirlos de diferente forma, no va a ser feliz con ninguna relación ni con él mismo.El pecado no hace el hombre mejor, todo lo contrario lo hace desgraciado y lo obliga a sentirse inferior; una de las recomendaciones de Russell es el uso de la razón y puede llegar a niveles emocionales altos. " La felicidad que satisface plenamente va acompañada del pleno ejercicio de nuestras facultades y de la total verificación del mundo en que vivimos" .
VIII. Manía persecutoriaLa llamada manía persecutoria no es otra cosa más que la sensación de que alguien te persigue o trata de hacerte daño y el afán de protegerse del perseguidor imaginario puede llevar al individuo a extremos violentos y limita su libertad. Pareciera que a la gente –según el autor- no se le ocurre pensar, que así como ellos murmuran de todo el mundo, todo el mundo murmura de ellos. Otro forma de expresión de la manía persecutoria es en aquellas personas que hacen un favor en contra de su voluntad y se sorprenden al ver que no se los agradecen y nos hace suponer que pocas veces los motivos para hacer el bien son tan puros como parecen y no es muy recomendable esperar demasiado de la gente ni pensar que la gente va a desvivirse o va a dejar de ver por sí mismos para hacernos un favor o por un beneficio ajeno.
lX. El miedo a la opinión pública.Son contadas las personas que viven felices sin necesidad de que se apruebe su manera de vivir o su concepto del mundo, existen diferencias sociales, religiosas, raciales y políticas que provocan el distanciamiento y la intolerancia entre los hombres. Siempre la opinión pública es más tiránica contra quienes se manifiestan rotundamente en su contra que para quienes se muestran indiferentes ante ella: un perro ladra más escandalosamente o muerde más a quienes le tienen miedo que a los que lo ignoran, en el ser humano ocurre algo similar.Se dice que la mayor parte del problema del miedo a la opinión pública surge en la juventud, si un hombre escoge la carrera que le conviene y que le gusta y además tiene la suerte de desarrollarse en un medio propicio, se verá libre de persecuciones sociales. Se da por hecho la necesidad del respeto a la opinión pública en tanto o cuanto sea indispensable para comer o para no ir a la cárcel, pero –en opinión de Bertrand Russell- el ir más allá, supone una sumisión voluntaria a una tiranía innecesaria, y puede perturbar nuestra felicidad en muchos aspectos.
S E G U N D A PA R T E : LAS CAUSAS DE LA FELICIDAD
X. Todavía es posible la felicidadA partir de aquí, la intención del autor es enumerar las causas de la felicidad y el estudio del hombre feliz.Se distinguen dos clases de felicidad: natural o imaginativa, o animal y espiritual, o de corazón y de cabeza y la manera más sencilla de definir las diferencias entre ambas clases es, -en palabras de Russell- que una es asequible a todo género humano, y otras solamente a los que saben leer y escribir: la primera tiene que ver con la felicidad basada en creencias naturales lejos de los motivos intelectuales que son importantes para los otros. El trabajo por ejemplo, es una forma accesible de encontrar placer sobre todo a nivel personal, mientras no se pretenda el aplauso de los demás para desarrollarlo. Otra fuente de felicidad personal (tal vez la mayor), es el querer y ser querido por el simple hecho de quererlo, es decir, de manera espontánea, y no en un afán de deber ser como en ocasiones puede aplicarse al trabajo.
XI. Entusiasmo Bertrand Russell encuentra en el entusiasmo el más universal y característico signo de felicidad en el hombre y ejemplifica el sentido del entusiasmo haciendo una comparación con lo que la comida significa, para unos los alimentos son una molestia, otros comen sólo por obligación, o el caso del gastrónomo que no encuentra nada suficientemente condimentado como quisiera. Es importante el desarrollo de los intereses personales como puede ser coleccionar algo, o el amor a las plantas, el conocimiento en los libros, etc. " nada produce tanta satisfacción como un interés general por la vida misma, pues aunque otras ocupaciones tengan atractivos, no pueden llenar por completo la vida de un hombre, y existe el peligro de agotar el tema que absorbe nuestra atención". La recomendación es hacer las cosas por el simple placer de hacerlas, ya sea comer, sostener una conversación, estudiar, practicar algún deporte o amar a alguien y Russell termina este capítulo afirmando que el entusiasmo es el secreto de la felicidad y del bienestar.
XII. AfectoLa sensación de no ser queridos es una de las causas principales de la inseguridad y por tanto de la infelicidad. Vale la pena insistir como se ha venido haciendo desde el inicio, la importancia de la educación y el afecto en los menores, ya que la falta de atención o su extremo opuesto, la sobreprotección, desarrolla en el individuo la inseguridad, el miedo, la desconfianza o incluso producen como consecuencia defectos de carácter que motivan el fracaso posterior para hacerse amar.
XIII. La familiaUna de las instituciones antiguas que más deterioro y desequilibrio han sufrido es precisamente la familia, siendo que el cariño de un padre a su hijo y viceversa constituye uno de los motivos mayores para ser feliz. Sin embargo en los tiempos modernos esta relación se ha visto alterada por las circunstancias actuales de naturaleza psicológica, económica, social, política y educativa.Ahora las mujeres piensan dos veces el hecho de procrear un hijo e incluso el casarse y formar una familia. Lo que antes solía ser un ejercicio triunfante del poder (el ser padre) ahora es todo un reto. La desintegración se debe a numerosos factores, por ejemplo, la vida urbana; el hecho de vivir en un espacio reducido, prohibe a los niños la libertad del juego y priva a los padres de un descanso placentero a causa del ruido. Muchos papás deciden evadirlo por medio del trabajo, que en otros casos es una necesidad, y su participación en la familia disminuye. El papel de la madre tampoco es fácil, ya que al trabajar en su propia casa, la posibilidad de separar sus relaciones familiares y el trabajo se vuelve complicado y esto puede ocasionarle un conflicto interno.No se puede negar que el cariño de los padres a sus hijos quizás sea el más fiel y solidario de todos; los amigos se quieren por sus cualidades y los amantes por sus atractivos, pero cuando dichas cualidades y atractivos disminuyen, la amistad y el amor pueden desaparecer. Por el contrario en momentos de infortunio y enfermedad (sobre todo) el apoyo de la familia brinda una seguridad que no se podría encontrar en otra parte.
XIV. TrabajoNo es fácil precisar si el trabajo es fuente de felicidad o de desgracia, pero para ambos casos hay trabajo. Desde luego el trabajo en exceso puede ser perjudicial. Afortunadamente no sucede lo mismo cuando otorga un beneficio, ya sea, una satisfacción personal o el simple hecho de llenar muchas horas del día sin que tengamos que preocuparnos de lo que hemos de hacer. Es preventivo del aburrimiento y nos permite saborear mejor los periodos de descanso. El trabajo es estimulante y siendo optimistas tenemos que reconocer que una de las formas más positivas de la vida es el éxito alcanzado a través de la realización en una empresa o empleo constructivo.
XV. Intereses impersonalesEste capítulo se refiere a los intereses extralaborales que le atraen al individuo en sus horas de ocio y contribuyen a disminuir la tensión de otras preocupaciones más serias, y estos intereses pueden ser por ejemplo: la lectura, la práctica de algún deporte, la filatelia, el teatro, la música, etc. que a parte de brindar reposo, ayudan a que el hombre conserve sus sentido de proporción en relación con la naturaleza.Bertrand Russell asegura que si él fuera responsable de organizar la enseñanza superior, sustituiría las religiones ortodoxas por la historia o materias que les recuerden el hecho de que la vida en él es nada más que un incidente temporal, y al mismo tiempo de insistir en la insignificancia individual. Citando a el filósofo Spinoza quien estudio la esclavitud y la libertad humana, el autor afirma que: "Quien haya comprendido aunque sea temporal y pasajeramente, lo que constituye la grandeza del alma, no puede ser feliz preocupándose egoístamente por cosas triviales y temeroso de lo que el destino le reserve".
XVI. Esfuerzo y resignaciónLa resignación es asociada con la religión, porque básicamente ha sido predicada por místicos y santos, mientras que la doctrina del esfuerzo por técnicos de la eficiencia y cristianos vigorosos. La resignación es de dos clases: una se funda en la desesperación, y la otra en una esperanza inasequible. La primera –dice Russell- es mala; la segunda buena.Existen personas incapaces de resistir un fracaso por más sencillo que parezca, no soportan pacientemente pequeñas molestias como pueden ser: el retraso del tren, se indignan si la comida está mal hecha; se desesperan si la chimenea hace humo y claman venganza contra la organización industrial cuando tarda en llegar la ropa del lavandero. Pero para el autor de La conquista de la felicidad, la energía que tales gentes pierden en cosas triviales sería suficiente, bien dirigida, para hacer y deshacer imperios.
XVII. El hombre feliz Es claro que la felicidad depende tanto de las circunstancias como de uno mismo, este libro pretende facilitar los mecanismos a nuestro alcance para alcanzar la felicidad. Mucha gente desgraciada, atribuye su desgracia a sus ideas o factores intelectuales, cuando gran proporción de ella la constituyen los síntomas y la actitud que uno adopte ante los problemas. " Hay cosas indispensables para la mayor parte de los hombres; pero son cosas sencillas: la casa, la comida, la salud, el amor, el éxito en su trabajo y el respeto a los suyos". Una de las causas más importantes para la felicidad sobre la que se ha venido insistiendo desde los primeros capítulos, es el cariño recibido y la persona que lo recibe es, a su vez, quien lo da. " El hombre feliz el que no siente el fracaso de unidad alguna, aquel cuya personalidad no se escinde contra sí mismo ni se alza contra el mundo".
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